viernes, 14 de enero de 2011

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Nervios, excitación, sensación de vértigo, descontrol...

Palabras que evocan sentimientos contradictorios y que, a la vez, ahondan en el ser humano alejándole de la cordura.
En época de exámenes, el nerviosismo y la excitación no es ni mucho menos placentero. Tengo ganas de que estas emociones sean por otro motivo, por otra reacción.
¿Cómo controlar las emociones? Imposible, no se puede. Ni el más marmóreo de los hombres puede ignorar lo que su pequeña voz grita desde el centro de su cuerpo.
Yo no soy muy dada al sentimientalismo, pero nadie en el mundo puede decir que no ha sentido alguna estas experiencias.
No hace falta ser un gran filósofo para teorizar acerca del deseo de ser deseado. Una meta que todos queremos alcanzar. Cuando lo conseguimos, vemos que todos estos productos incorpóreos a los que llamamos sentimientos, emanan del sistema nervioso, provocando reacciones tales como, piel de gallina, sonrojo, tiritonas, palidez, fallo en el equilibrio.
Reflexiones sobre esta oleada de sensaciones he tenido en muchas ocasiones. Es es es. Me ha salido un pareado sin haberlo deseado.
Desde aquella maldita experiencia que se grabó en mi memoria, se por desgracia o por fortuna, lo que significa tener tanta acumulación de adrenalina recorriendo cada rincón de mi cuerpo, dándome la impresión de estar a punto de convulsionar en un volcán hawaiano de cuatro mil metros de alto.
Aunque no sea muy recomendable tener este tipo de "maravillosas" aventuras con alguien que jamás volverá a proporcionártelas, si que veo su lado positivo. Podré morir tranquila sabiendo lo que ello significa. Podré aprovecharme de la experiencia para una posterior narración literaria en la que unos personajes mantienen un encuentro a la luz de la luna, una noche de verano.

Nervios, excitación, sensación de vértigo, descontrol...

De eso es de lo que se compone la vida.



Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son Calderón de la Barca

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