Fue una historia breve, muy breve. Pero ella aún sueña con aquella noche de verano.
Reacia a estar a solas con él, pasaron las horas hablando. Charlando sobre experiencias y aspectos de la vida de cada uno.
Las palabras fluían. Secretos inconfesionables, a cualquiera que no fuera de confianza, empezaron a surgir.
Compartieron risas, sueños, pensamientos e ideas de un presente y un futuro.
Parece un sueño, un sueño de verano, pues así fue. A la orilla de un río, rodeados de oscuridad y vegetación, solamente iluminados por la luna blanca y resplandeciente, que se reflejaba en el agua tranquila.
El tiempo corría en su contra, pues pronto se tendrían que despedir, pero no sería un adiós, para nada, solo un simple hasta luego.
Caminaron entre los árboles, hacia su casa. Seguían charlando, riéndo, confesándose.
Hasta que, al más puro estilo hollywoodense, la bombilla de una farola se fundió, haciendo que el pequeño impulso que necesitaban para besarse, se resolviera. Se unieron en un beso pasional, en uno de esos en los que se sienten tantísimas mariposas que tienes miedo de explotar en mil pedazos. Las piernas te tiemblan, pero tus labios no dejan un rincón de su boca sin explorar.
Ella vivió ese sueño de verano. Pero los sueños, sueños son, y la realidad es que, el destino, no le tenía reservado para ella.
Aún recuerda con cariño esas conversaciones y jamás podrá olvidar esos besos. Pero la vida sigue, y el amor no acabó ahí.
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